Ortzadar es un suplemento cultural en Euskera que se publica los sábados en los periódicos del Grupo Noticias (Deia, Periódico de Álava, Periódico de Gipuzkoa y Periódico de Navarra).
En el siguiente enlace se puede leer la entrevista original en Euskera. A continuación incluyo la versión traducida al castellano.
Fotografías para la publicación: Teresa Rodríguez Miguel.
Iñigo Beristain (Eibar, 1973) será uno de los protagonistas del Festival de Begira Photo que se celebrará el próximo mes de junio en Durango. Allí se presentará su libro de fotografía “Invisible Walls”; un trabajo en el que el autor hace una reflexión en torno a las fronteras y que ha podido ser llevado a cabo gracias al Departamento de Cultura del Gobierno Vasco.
-¿Te sientes más fotógrafo o artista?
La verdad es que no me gustan demasiado las etiquetas. Me siento una persona que utiliza la fotografía como lenguaje de expresión; para contar las ideas que pasan por mi cabeza, para hacerme preguntas y para trasladar esas preguntas y dudas, a otras personas que llegan a mis trabajos fotográficos.
-¿Cuándo comenzaste con el proyecto Invisible Walls y cómo te lo planteaste?
Desde 2007 he tenido fundamentalmente en mi mente dos temas que quería tratar fotográficamente. Uno era el “Conflicto Vasco” y el otro “lo circunstancial que es nuestra existencia”.
Cuando hablo de “lo circunstancial de nuestra existencia” me refiero a cómo hechos que son puramente casuales o arbitrarios, condicionan nuestras vidas absolutamente. Cómo el nacer y vivir en un lugar y en unas circunstancias concretas hacen que nuestra vida vaya por unos derroteros también concretos y determinados.
A lo largo de todo este tiempo, ambos proyectos han ido madurando en mi cabeza paralelamente y por separado; pasaba el tiempo y no conseguía llegar a un planteamiento, que me convenciera, para abordar el proyecto. Las ideas que barajaba sobre el conflicto vasco eran demasiado recargadas y evidentes; y sobre el segundo tema, muy espesas y poco clarificadoras.
Tras muchas vueltas, las ideas que en un principio eran densas fueron tamizándose y esquematizándose, confluyendo en un punto común que considero que era la esencia de ambos: el territorio. El territorio entendido como una metáfora de muchas más cosas implícitas en él (las identidades, el sentido de pertenencia, la propiedad privada, la exclusión, etc.).
Y es así como llegué a la conclusión de tratar ambos temas en un proyecto común que compartieran la misma esencia. Los grandes conflictos de la humanidad tienen mucho que ver con esta organización territorial. No hay más que ver la actualidad mundial para evidenciar ese hecho: Crimea, frontera sur de Europa, etc…
Después, en 2012, conseguí una beca del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco para desarrollar el proyecto, y en 2013, el mismo Departamento hizo posible que recientemente haya podido publicar el libro “Invisible Walls”.
-¿Por qué las fronteras?
Como decía en la pregunta anterior, “el territorio” fue el punto clave que decidí utilizar para afrontar el proyecto.
La Tierra en sus orígenes no tenía límites artificiales; a lo largo de la historia los que han ostentado el poder en cada momento han trazado líneas divisorias que han ido condicionando la organización territorial del mundo. Y por extensión la vida de sus habitantes. Así, esas líneas, las fronteras, considero que son en “Invisible Walls” el complemento necesario para acabar de dar sentido al planteamiento mediante el cual abordo los dos temas que al principio comentaba.
De esta manera, las fotografías del proyecto han sido realizadas utilizando los límites de la Comunidad Autónoma del País Vasco como metáfora del orden territorial mundial. Unas fronteras obviamente controvertidas; es la intención. Las ideas más contrapuestas en torno a estas fronteras serían por un lado, la que considera esta frontera como unos límites que no coinciden con los que a la identidad vasca le corresponden y por otro, la que entiende que la C.A.P.V es una pieza más de un puzzle mayor que es España.
Considero que las fronteras son una simplificación de una ecuación mayor que sería la que representa el funcionamiento del mundo. Tal y como dice Eduardo Romero en su libro “Quién invade a quién” la inmigración se presenta como un proceso descontextualizado, sin causas ni historia; a lo sumo se alude a la pobreza de los países subsaharianos y al fracaso del desarrollo, como si tal situación no tuviera que ver con “nosotros”.
Por lo tanto, considero que reflexionar sobre las fronteras nos lleva a pensar en cómo está organizado el mundo. Y no hablo sólo de las líneas limítrofes que separan países, comunidades, provincias, continentes…; podemos empezar por fijarnos en cómo están estructuradas y organizadas las ciudades, las propiedades privadas, los centro escolares… Hace un tiempo pude ver una película muy interesante en este sentido: “La Zona”. Se basa en un cuento de Laura Santullo con el mismo título. La Zona es un barrio residencial cerrado, autosuficiente, con una fuerte seguridad privada, cuyos habitantes se han radicado allí por temor a la delincuencia y el miedo a la violencia de los cuales no se sienten protegidos por las leyes ni por la policía. Mediante un amparo judicial han conseguido que se disponga que la policía no pueda ingresar al lugar sin orden judicial, pero ese privilegio puede ser revocado si se produce en su interior un acto de violencia.
-¿Qué vamos a encontrar en el libro?
Se trata de un libro autoeditado y por lo tanto, he tenido absoluta libertad para poder hacerlo a la medida del planteamiento conceptual del proyecto. Para ello hemos jugado con una encuadernación diferente a la habitual, con la inclusión de papeles vegetales que tratan de darnos claves para la interpretación del trabajo, jugando con los propios límites que tiene el libro…
Lo que está claro es que no planteo certezas. Es un libro, y un proyecto, creado desde la duda y por lo tanto lleno de preguntas y reflexiones.
Un libro que está creado para ser visto con sentido crítico y para indagar en la cantidad de aristas que pienso que tiene. Pretende ser un inofensivo libro de paisajes, que si es visto sin buscarle la vuelta, desde luego quedará en eso.
Una de las aristas claves del proyecto, a parte de los temas ya comentados hasta ahora, tiene que ver con la veracidad de la fotografía. Yo aseguro que los dípticos que forman la serie están realizados en la frontera de la C.A.P.V, pero ¿es eso así? ¿Si no lo fuera cambiaría algo el fondo del proyecto? Yo aseguro que eso es así, pero sólo yo sé dónde he tomado las fotografías. Joan Fontcuberta dice que la fotografía, a pesar de ser un lenguaje, ha tenido históricamente, y ha proyectado la sensación de ser un análogo, una transcripción literal de lo real. Y hasta ha llegado a convencer al espectador de que era la realidad misma. La fotografía es una mentira que se presenta como real. (…) creemos que hay un vínculo muy potente con la realidad que hace que sea una sustitución simbólica de la realidad, cuando no es más que una convención cultural e ideológica.
-¿Y tu proyecto N? ¿En qué consiste?
Este es un proyecto que todavía está en proceso. En él pretendo hablar de los cambios que hemos sufrido en los últimos años como sociedad, utilizando un elemento que me fascina fotográficamente que es el borde de la carretera; lo que vemos según vamos viajando por ellas. Considero que la decadencia y la tristeza en la que estamos sumidos actualmente se refleja muy bien en esos espacios de tránsito. Le he llamado N al proyecto en alusión a la nomenclatura que utilizábamos para referirnos a las carreteras nacionales antes de que fuéramos “ricos, guapos y modernos”. Después, las pesetas se convirtieron en euros, las carreteras nacionales en A, E…. y llegaron estos tiempos de incertidumbre.
-En “La letra pequeña de la memoria” no aparecen figuras humanas.
En general, tiendo a evitar las figuras humanas en mis proyectos, cuando estos no son reportajes. Considero que los lugares ya tienen suficientes huellas y rastros humanos como para redundar en la idea de incluirlos. Sin embargo, paradójicamente en ese trabajo la figura humana es fundamental. La gran mayoría de esas imágenes han sido realizadas con personas muy queridas y cercanas justamente al lado. Es decir, que podía haberlas incluido en el cuadro pero decidí dejarlas fuera. De ahí al título: esas imágenes evocan momentos que sólo yo, mi memoria, y la de las personas que me acompañaban conocemos. Alec Soth dice que “la fotografía es el arte de la limitación. Encuadrar el mundo. Es tan importante lo que dejas fuera como lo que decides incluir”. Y desde luego, en este trabajo en el que hablo de la memoria, de la huella, de la pérdida,… era fundamental esa decisión que comento.
-Explícame tu serie “Los reyes son los padres”.
Considero este trabajo como la continuación de “la letra pequeña de mi memoria”. Una continuación más descarnada y atrevida del trabajo anterior. El trabajo está muy avanzado; de hecho, tengo una maqueta del libro realizada desde hace mucho tiempo que quedó finalista en 2012 en el Concurso de Fotolibros que organiza la editorial mexicana RM. Sin embargo, está en fase de barbecho… esperando a momentos con menos trabajo para revisarlo e ir corrigiendo cosas y de una vez por todas cerrarlo.
En el transcurso de un par de años tuve en mi vida varios episodios que me hicieron replantearme muchas cosas: un susto de salud que me fue extirpado y que por el momento no se ha vuelto a reproducir, una dura enfermedad de mi padre que le llevó a la muerte y el nacimiento de mi primera hija. Todos estos hechos hicieron que muchas de las convicciones que tenía se tambalearan absolutamente; creo que los puedo considerar como esos aterrizajes forzosos que se tienen en la vida, en este caso en un espacio de tiempo demasiado corto como para digerirlo adecuadamente. Y por lo tanto, quise utilizar la fotografía para contar todo eso que me rondaba por la cabeza al respecto. De pronto se evidenció ante mis ojos la rueda de la vida: todo ser nace, vive y muere.
El trabajo comienza con mi cicatriz y termina con la cicatriz de la cesárea mediante la cual nació mi hija. Además, combino imágenes propias con imágenes de archivo que han sido intervenidas físicamente rayando sobre ellas; para ello conté con la colaboración del creador Juanan Requena.
En tu blog citas a Italo Calvino y su proceso creativo. Pero, ¿cómo es el tuyo?
En su libro “Las ciudades invisibles” Italo Calvino cuenta que cuando escribe procede por series: “(…) tengo muchas carpetas donde meto las páginas escritas, según las ideas que se me pasan por la cabeza, o apuntes de cosas que quisiera escribir. (…) Cuando una carpeta empieza a llenarse de folios, me pongo a pensar en el libro que puedo sacar de ellos”. Cuando lo leí, me sentí muy identificado con su forma de trabajar porque se parece mucho a la manera que tengo de abordar mis proyectos.
Podríamos decir que mi proceso creativo consta de 3 partes, en primer lugar la búsqueda de temas que me interesan abordar. En esta primera fase es fundamental los temas de actualidad, que escucho o leo en los medios de comunicación o en la calle, cómo aborda el cine ciertas temáticas, la literatura…. Los temas que me interesan los voy apuntando y quedan ahí en la libreta para una segunda fase. La segunda fase consiste en ir desarrollando e investigando los temas que en cada momento más me interesan. Creo que es fundamental, o por lo menos para mí lo es, escribir y pensar mucho sobre los proyectos.
Una vez que el proyecto lo tengo muy trabajado mentalmente y tengo claro cómo abordarlo comienza la recogida de imágenes. Esta parte cambia mucho en cada proyecto; en algunos las imágenes son claras y consiste en fotografiar lo planeado (como en “Invisible Walls”) y en otros son imágenes que me encuentro (como en “N). En cualquier caso, cada imagen que me encuentro se va archivando en la carpeta que corresponde y cuando tengo un número considerable de imágenes finalizo el trabajo con una de los momentos más delicados del proceso: la edición. Descartar unas y elegir otras.